APAP- Apoyo a los procesos de autonomía y protagonismo.
OSC Vida y Educación

Conversatorio: "El egreso adolescente del sistema de protección desde una perspectiva de derechos"

 

Realizado en el salón de actos de la Facultad de Humanidades en Noviembre del 2022. Exposición a cargo de Cristian López y la Lic. Gabriela Bigi. Equipo de APAP

La presentación que realizaremos a continuación pretende dejar planteados algunos de los principales ejes desde los que desarrollamos nuestra tarea como equipo y nuestra posición al respecto. El objetivo es colocar la temática sobre la mesa para generar un intercambio profundo y aportar a promover un debate que permita construir un amplio marco de acuerdos sobre los cuales pensar las políticas de egreso del sistema de protección en condiciones de autonomía. La ponencia tendrá tres momentos. En primer lugar, el marco ético, conceptual y normativo desde el que nos posicionamos y que intentará ordenar el mapa de
actores y sus responsabilidades. En segundo lugar presentaremos tres de las principales dimensiones de nuestra práctica, desde las que pensamos y actuamos en un proceso constante de reflexión-acción: sujetos, autonomía, proceso de acompañamiento a la autonomía. Para finalizar, compartiremos algunas reflexiones que emergen del proceso de trabajo en relación con la situación actual del programa, del egreso institucional y del INAU mismo.
 

Desde una perspectiva macro, los Derechos Humanos, a nuestro juicio, debe ser un marco de referencia necesario desde el que debe abordarse cualquier problemática asociada a esta temática. Adoptamos una perspectiva de derechos con referencia a la normativa nacional y supranacional vigentes. En este caso, específicamente la Convención de los derechos del Niño, el código de la niñez y la adolescencia, así como un diverso conjunto de otras normativas, orientaciones y acuerdos internacionales a los que nuestro país

suscribe. Así se constituye un marco normativo pero también ético-político desde el que debemos partir para abordar la temática que nos convoca.

Paradigmas

La bibliografía especializada señala dos grandes paradigmas en la concepción de los derechos de infancia y adolescencia, correspondientes a distintos momentos y contextos socio-históricos, al menos en occidente. Hay un amplio consenso en que, a partir de la aprobación de la CDN, se da un pasaje del llamado paradigma de la “situación irregular” al paradigma de la “protección
integral”, incorporando como rasgo fundamental la concepción de niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos.

Qué entendemos por derecho: responsabilidad del Estado, justicia, igualdad... Desde este equipo de trabajo suscribimos a una concepción de derechos humanos que los supone como atributo universal e inalienable, haciendo referencia a aquello que es inherente a nuestra condición humana sin importar ningún rasgo particular del sujeto a que refiera, ninguna dimensión de ningún
tipo provocará que se lo prive, a priori, de los mismos. Asimismo, de ningún modo podrá responsabilizarse a los sujetos en particular por la no concreción de las condiciones que permitan la efectivización de sus derechos. En el modo de organización social y política que nos damos se concibe al derecho como un sistema de normas que tiene el fin de regular las relaciones sociales y donde
se manifiestan tensiones en las relaciones de poder vinculadas a las esferas política, social y económica, se constituye como un campo de disputas, pero que teóricamente busca asegurar unos mínimos de igualdad y justicia sociales. La contracara de la atribución de derechos a los sujetos es la responsabilidad del Estado, institución a la que se le asigna la obligación de hacerlos efectivos. El marco normativo y jurídico que un Estado constituye socio-históricamente debe concebirse y buscar constituirse como una unidad coherente, organizada y jerarquizada, como un todo armonioso que tenga como objetivo asegurar el cumplimiento de los derechos definidos, aunque este horizonte es imposible dada la puja de intereses que entran en juego. Vale aclarar que, desde nuestra perspectiva, la asignación de un derecho, particularmente en la infancia y la adolescencia, no implica bajo ninguna
circunstancia la obligación de una contrapartida. Los sujetos de derecho lo son en tanto personas. No puede considerarse como punto de partida una concepción de derecho asociada a una lógica meritocrática, que coloque la responsabilidad de hacerse merecedor de derechos en el sujeto. No son un premio, no son una ayuda, no dependen de la caridad, de la voluntad
individual, del mérito ni del merecimiento. Son atributos inherentes a las personas, se constituyen y aseguran socialmente, y el Estado tiene la responsabilidad.

El Estado, entonces, es entendido como garante.

Desde nuestra mirada el rol del Estado es fundamental en tanto institución social y política que debe dar cumplimiento a la efectivización de los derechos. En esta presentación hacemos referencia a un conjunto de sujetos para los que el Estado cumple, además, otro rol esencial. Al tratarse de gurises sin cuidados parentales, en riesgo de perderlos o que han sido vulnerados por quienes deberían cumplir ese papel, es el Estado quien asume la responsabilidad de la protección social de estos sujetos y, por tanto, además de garante en sentido amplio, es tutor legal y formal de esos niños, niñas y adolescentes y debe
efectivizar todos los derechos de los que son portadores. La situación de estos gurises es por demás particular en relación al efectivo goce de sus derechos y es esencial dar un tratamiento específico. Niños, niñas y adolescentes sin cuidados parentales son víctimas de múltiples violencias, como sujeto han sido invisibilizados, estigmatizados y desatendidos históricamente en nuestro país, tanto por las instituciones de las que participan y por la sociedad en general como por los actores políticos que son los
responsables de generar las condiciones para atender su situación. El egreso del sistema de protección es incluso un tema poco abordado desde la academia, siendo las propias OSC que gestionan proyectos de este tipo las que han producido los principales aportes. Dentro del marco más amplio, nos parece importante señalar dos derechos de
los que estos sujetos se ven privados, que están íntimamente relacionados entre sí, y sobre los que abundan referencias en las argumentaciones de los decisores en política pública: el derecho a vivir en familia y el derecho a la educación.
El rol de la familia -entendida en su diversidad de formas y posibilidades como primer grupo de pertenencia, articulado por lazos afectivos, como contexto de convivencia organizado para satisfacer las necesidades y compartir su historia
vita, es justamente el del cuidado, el de asegurar las condiciones para el efectivo desarrollo del sujeto. En este sentido, la familia constituye un agente fundamental en la constitución del sujeto, es el marco en el que nos formamos como personas, lo que dependerá de las condiciones materiales, subjetivas y subjetivantes. Los procesos de socialización, de integración a la cultura, de
formación como ciudadanos y de construcción progresiva de la autonomía de los sujetos y sus oportunidades a futuro, están fuertemente condicionadas por el contexto familiar y social en el que se desarrollen.
Estar privados de estos cuidados, por omisión o por acción, implica la vivenciade un conjunto de violencias difíciles de comprender para quienes no pasamos por esa situación. De hecho, entendemos que no es posible hablar en nombre
de estos sujetos por lo que nos limitamos a mencionar brevemente lo quenuestra experiencia y formación nos permiten entender desde el encuentro con ellos.
El rol del Estado como garante y tutor. Doble responsabilidad Debe ser el Estado, entonces, quien asuma este doble rol, esta doble
responsabilidad de constituirse como garante de los derechos y como tutor de estos sujetos. Es el responsable de la protección social de estos gurises con el fin de restituir sus derechos y de garantizar el cumplimiento de los mismos. Es decir, además de velar por el cumplimiento de los derechos, de supervisar, controlar y favorecer las condiciones para que se efectivicen, tiene la
responsabilidad de atender y proteger a través de políticas de asunción directa de los cuidados, de la educación en sentido amplio, de la formación de estos ciudadanos.
En nuestro país, la institución que tiene como cometido y como responsabilidad la protección social de niños, niñas y adolescentes es el INAU. A través de diversas políticas, programas y proyectos, el Instituto es quien se encarga de estas funciones en nombre del Estado. Las OSC que gestionamos y desarrollamos proyectos y programas en convenio con el INAU también
tomamos parte en esta responsabilidad social ante estos sujetos y desde allí, desde el encuentro con les gurises, desde el compromiso con las situaciones de cada uno y cada una, desde el lugar que nos toca, asumimos el compromiso
ético de intentar construir las mejores alternativas. Sabemos que el cumplimiento del Estado de su rol de tutor de NNA sin cuidados parentales ha estado históricamente lejos del ideal. Estos sujetos son vulnerados de forma permanente en diferentes dimensiones, incluso por la propia acción del sistema de protección. Sobre algunas de ellas ahondaremos
más adelante. * Desde este marco, el egreso del sistema de protección estatal en condiciones de desarrollarse autónomamente para jóvenes sin cuidados parentales ni redes de protección se constituye como momento inherente, como elemento necesario y como parte esencial de la protección recibida hasta ese momento, como una obligación irrenunciable de la sociedad, como un derecho básico y fundamental.
En los últimos años, los lineamientos que hemos venido observando desde INAU, en declaraciones públicas y en las líneas programáticas que se vienen enunciando, construyendo y desarrollando, así como en decisiones concretas en relación a nuestras prácticas, nos provocan preocupación y nos llaman a tomar una actitud activa y propositiva, a socializar nuestra reflexión, a activar el
diálogo, el intercambio y a defender una concepción y una práctica de trabajo en proyectos de autonomía con la que estamos comprometidos y de la que estamos convencidos.
Desde el equipo de APAP partimos de un vastísimo bagaje institucional y profesional, apoyados en más de 20 años de experiencia de trabajo en la temática, de la experiencia, formación e intereses de quienes llevamos adelante hoy el proyecto, del trabajo cotidiano con las y los jóvenes, de escucharlos y buscar con ellos las alternativas posibles para que construyan y desarrollen su proyecto de vida. Desde ahí parte nuestro interés, nuestra preocupación y nuestra iniciativa. Entendemos imprescindible abordar esta
temática, conceptualizarla y reflexionar para construir políticas que contemplen toda la complejidad del asunto. Además, sabemos que esta tarea no la realizamos en soledad. Tomando en cuenta las sistematizaciones, investigaciones y reflexiones publicadas por otros proyectos de egreso, como los casos de La Barca y Aldeas Infantiles, entendemos que hay un amplio acuerdo en el marco general de trabajo con estos y estas jóvenes.
 

¿Qué es APAP?

Como lo indica la sigla: Apoyo a los procesos de autonomía y protagonismo Es un programa que cuenta con 25 años de experiencia en el acompañamientoa los procesos de egreso institucional.
Está constituido por un equipo multidisciplinario de 14 profesionales (Trabajadores sociales, educadores sociales, Psicólogos, Lic. en Educación, Maestro) trabajando en la atención directa, coordinación gestiónadministrativa,supervisión externa para el acompañamiento de hasta 50 jóvenes.
APAP, como estrategia, parte de la generalidad de una propuesta macro que se singulariza en un proyecto personal (50 proyectos personales) en permanente revisión para cada sujeto, sostenido además en la generación de acuerdos de corresponsabilidad entre el equipo y cada joven. Nuestro principal desafío es generar condiciones para que cada sujeto tenga la mayor cantidad de posibilidades desde donde proyectarse, asumiendo la responsabilidad de atender la restitución de DD a la vez que generar
posibilidades y condiciones para una vida autónoma. Esto implica acompañar el progresivo ejercicio de ciudadanía atravesado
necesariamente por el poder de decidir, implicando al sujeto, siendo protagonista de su propio proceso.
Significa acompañar los procesos socio educativos de jóvenes al egreso institucional; acá hablamos de sujetos que toda su vida o parte de esta han estado suscritos a una vida institucionalizada, con todo”lo insoportable en las
instituciones de protección a la infancia”, que plantea Carmen Rodríguez en su libro.
El egreso de estos jóvenes del Sistema de protección es un acontecimiento ineludible, que va a suceder sea o no acompañado. Desde nuestra perspectiva, requiere planificación y diseño de una estrategia que propicie procesosprogresivos desde la desinternación hacia la autonomía.
El egresar siempre es un acontecimiento individual mientras que generar procesos de autonomía siempre implica a otros, es un proceso social.
¿Quéotros? desde el equipo de acompañamiento directo, pasando por el nuevo tejido que se va construyendo como red vincular, hasta las estructuras estatales que sostienen los proyectos de egreso.
Habiendo planteado nuestro marco de referencia y presentado brevemente el programa del que formamos parte y desde el que producimos esta serie de reflexiones, entendemos fundamental abordar y abrir a debate tres ejes o

líneas de análisis, interrelacionadas, para pensar las políticas de egreso y los proyectos concretos que se materializan en gurises y gurisas con los que compartimos cotidianamente:
 

  • Sujetos

  • Autonomía

  • Acompañamiento al egreso: vínculo educativo, metodología singularizada, temporalidad...


El primer elemento a considerar es la concepción de sujeto desde la que partimos. ¿Quiénes son estas personas? ¿Cómo se constituyen como sujetos? ¿Cómo llegan al momento del egreso? Algunos elementos fueron brevemente
enunciados o referenciados, pero intentaremos profundizar. Partimos de la idea de que un sujeto se constituye a partir de la relación que tiene con otros, ya que es a partir de la mirada de los demás que el ser humano
se va constituyendo en sujeto y por tanto constituye también su subjetividad. La adolescencia y la juventud, en tanto sujetos, son una construcción socio-histórica, cambia según tiempo, lugar y condiciones materiales en la que se desarrolle. En este sentido, no puede pensarse a estos sujetos y sus procesos sin considerar estas dimensiones, únicamente haciendo comparaciones con
otros sujetos, de otros tiempos, de otras sociedades, con otras vivencias. En
nosotros emergen constantemente las preguntas sobre quiénes son, cómo son
y han sido vistos los jóvenes con quienes trabajamos. No cualquier niño, no cualquier adolescente llega al sistema de protección
estatal. Se llega tras constatar diversas vulneraciones a sus Derechos o un riesgo inminente de que esto ocurra.¿Cómo han sido vistos hasta ese entonces? ¿Cómo son vistos a partir de ahora?
Resulta paradojal que quienes transitan por estos dispositivos, pensados para proteger, la mayor de las veces caen bajo diversas miradas estigmatizantes, acusatorias y criminalizantes.
Es así que la población con la que trabajamos es atravesada por múltiples miradas que perpetúan la vulneración. Miradas que provienen de la sociedad en su conjunto, de las instituciones en las que participan, incluso de quienes tienen que tomar las decisiones sobre su situación.
De los sujetos que transitan el último tramo del vínculo institucional con el INAU dentro del sistema de protección, a los programas de autonomía llegan solo un pequeño porcentaje, quienes se considera desde el Instituto que podrían egresar a través de un proyecto que acompañe en sus procesos de construcción de una autonomía progresiva.
Esos sujetos, generalmente vistos como un “otro” y alejado de un nosotros más inclusivo, son los protagonistas de estos procesos, los que se corren la norma, de lo esperado. Y es con ellos con quienes trabajamos. Con ellos, desde el
encuentro y reconociendo en esos “otros” un sujeto de derechos en condiciones de igualdad a cualquier “otro”, capaz que asumir ese
protagonismo, de tomar decisiones y construir el camino que quiera seguir.
Nuestra tarea como educadores, como representantes de la sociedad a través de las instituciones del Estado, es brindar las condiciones para que esa igualdad se concrete, para que cada uno y cada una puede desarrollar al máximo su potencia.
Pensar nuestra tarea desde el encuentro es pensar desde el vínculo. Hablamos de un vínculo que para cada joven implica diferentes significaciones, atravesamientos y marcas que forman parte de su historia. Historia que en la atención directa comenzamos a descubrir a través de informes y legajos, donde los sujetos son hablados por otros adultos y profesionales, antes de lograr
establecer un contacto directo, un contacto que finalmente nos habilite la posibilidad de construir un vínculo con los jóvenes como puntapié de trabajo.
Trabajar desde el vìnculo implica una disposición hacia la escucha y un intento de entendimiento de lo que el joven puede relatar de sí mismo, lo que entiende que son sus necesidades y si eso se orienta con algún objetivo o meta, en referencia a lo que APAP puede brindar en dichos procesos (en el mejor de los casos)

¿Por qué en el mejor de los casos? Porque el programa trabaja desde la singularidad de cada sujeto, y desde la práctica observamos que al momento del ingreso, son muchos los jóvenes que no pueden historizar su propia
vida, no logran acceder a un relato de su biografía lo cual obtura a su vez las posibilidades de proyección a futuro.
Son muchos jóvenes que ven el proyecto como una oportunidad pero con una distancia enorme respecto de lo que implica una vida autónoma, proceso que muchas veces reedita vivencias de soledad y de desamparo y que es
imprescindible abordar, de lo contrario difícilmente pueda enfocarse en los diversos aspectos que un proceso hacia la autonomìa implica.
Trabajar con el joven hacia una autonomía progresiva implica abordar una historia atravesada por la vulneración y la violencia en sus
múltiples manifestaciones (familiar, institucional, estructural). En el trabajo cotidiano observamos los impactos de dichas vulneraciones: jóvenes con escasa circulación social y conocimiento de los recursos comunitarios, con nulos o escasos entornos afectivos cercanos y confiables y una escasa experiencia en relación a la gestión de la vida cotidiana. En la gran mayoría de los casos con rezago educativo, lo cual impacta directamente en la posibilidad de ingreso al mercado laboral.
Dichas singularidades se enmarcan, a su vez, dentro de los distintos contextos desde donde llegan los jóvenes a APAP.
La gran mayoría desde centros de protección 24hs (hogares) con un aumento en el último tiempo de derivaciones de centros API (atención psicológica integral) de atención en salud mental. También recibimos derivaciones de
centros de tiempo parcial. Dichas intervenciones marcan un comienzo con características muy distintas en referencia a la experiencia y el devenir de cada joven dependiendo de donde haya transitado el tiempo previo al ingreso institucional, y desde qué
centro institucional nos es derivado. Quienes llegan de hogares 24hs portan características de institucionalización
bien marcadas, con una cotidianeidad que tiende a lo homogeneizante en referencia a las características propias de los centros.
Centros de tiempo parcial donde los jóvenes tienen un vínculo muy fuerte en referencia a la zona de anclaje, la cual habitualmente coincide con la zona donde el joven se ve vulnerado de diversas maneras. Centros de internación de salud mental donde las cotidianidades características del dispositivo se distancian abruptamente de un día a día donde el joven trabaje en referencia a su autonomía en diversos ámbitos. Signados por tratamientos medicamentosos rigurosos donde la mayor de las veces los jóvenes sostienen una actitud pasiva respecto de la ingesta. La gran mayoría de las veces en el primer tiempo de abordaje, estos tratamientos se ven interrumpidos por estos jóvenes que rechazan los tratamientos, no los entienden, no forman parte de los mismos, sino que representan ciertas formas de control de las cuales pretenden despojarse. Así los proyectos de autonomía
nos debemos abocar a la tarea de alojar esta problemática y evaluar, junto con el joven, caso a caso, como transversaliza el tratamiento su vida, porque lo rechaza o no, porque logra o no sostenerlo, si es necesaria una nueva evaluación para el tránsito en un nuevo escenario, si es necesario continuar con el tratamiento.
Cuando referimos a la construcción de la autonomía queremos explicitar una concepción de proceso espiralado, no lineal ni estructurado, sino con idas y vueltas, con avances, retrocesos y movimientos que no son una cosa ni la otra. Autonomía como la capacidad de los sujetos de regirse por sus propias ideas, normas y valores. Esta idea se opone a una perspectiva heterónoma, donde las reglas, las concepciones morales y las pautas de conducta se rigen desde el afuera, se imponen como obligaciones sin posibilidad de participar de ellas. Autonomía no implica individualidad, mucho menos soledad. Implica desarrollar la capacidad y tener la posibilidad de suscribir a lo que el propio sujeto decida, en el marco de las relaciones interpersonales y sociales en las que está inscripto, y que incluso pueda trascenderlas.
Pensar el egreso institucional, además, implica contar con la capacidad y la posibilidad de hacer frente a las responsabilidades de la vida adulta de forma anticipada, resolver aspectos materiales estructurales para asegurar su vida
cotidiana, en una sociedad que no presenta oportunidades reales.

ACOMPAÑAMIENTO AL EGRESO:

Estos ensayos y error, estos cuestionamientos que debieran formar parte del proceso natural de cualquier joven (ya que posibilitan actitudes críticas frente a su existencia) nos expone a una gran problemática en referencia a los abordajes en general. La temporalidad, entonces, se torna un punto de tensión central para los programas de egreso. Tiempos institucionales vs tiempos
subjetivos y recorridos vitales de los jóvenes.
Es bastante notorio para quienes trabajamos en los abordajes de forma directa lo violento que termina resultando en muchos procesos una expectativa institucional respecto de la autonomía, tan distanciada de los procesos que
tienen los jóvenes y los que ellos implican. En estos procesos los tiempos de moratoria no tienen espacio. Hablar de
moratoria psicosocial implica tener en cuenta el tiempo que necesita cada individuo para experimentar y conformar una identidad. Estos jóvenes, lejos de acceder a esta posibilidad, se ven enfrentados a que los procesos que deben transitar están signados por tiempos de la institución y sus exigencias, anticipadas en referencia a juventudes de otros sectores sociales. Según la ENAJ un cuarto de la población de jóvenes de 30 años vive con sus padres. Según el estudio es sobre los 25 o 26 años de edad que comienzan a pensar su independencia. Los jóvenes que están bajo la òrbita de la protección estatal hoy, debieran poder tramitar aspectos estructurales de su autonomìa entre los 18 y 20 años como màximo, ya que en el último tiempo, trabajar hacia la
autonomía hasta los 21 años de edad ha sido fuertemente cuestionado y en un alto porcentaje denegado. Esto activa nuestra preocupación sobre la intencionalidad manifiesta de las autoridades competentes de restringir el
trabajo en el egreso. Sobre todo porque no hay propuestas alternativas que den cuenta de un entendimiento de estos abordajes y lo que ellos implican. No hemos logrado acceder a un intercambio tècnico ni metodològico en referencia
a lo que un proceso de egreso conlleva, cuales son las claves que un proceso hacia la autonomía requiere en base a esta lògica, cuales son las miradas en referencia a los tiempos y los procesos vitales sobre esta poblaciòn específica .

Entonces, ¿qué implica para nosotros trabajar la autonomía?
Implica un acompañamiento que tiene como expectativa que estos jóvenes transiten y accedan a una experiencia interna que implica la posibilidad de decidir respecto de su vida, que puedan obrar bajo sus propios criterios más allá de lo que se espere de ellos. Como ya lo hemos desarrollado anteriormente, acompañar estos procesos,
para nosotros, implica un posicionamiento teórico y también ético, una forma de ver y de entender las adolescencias y las juventudes. Implica entender de forma integral las situaciones de vulneración que abordamos teniendo en
cuenta que trabajamos con sujetos de derecho, específicamente aquellos que devienen de grandes privaciones en muchos sentidos.
Específicamente implica un acompañamiento que aborde la construcción de un proyecto en conjunto con el joven de forma integral, pudiendo dimensionar aspectos referidos al abordaje educativo, a la salud psíquica y física, a la identidad, al manejo del dinero, la administración del tiempo en la vida cotidiana, circulaciòn ciudadana, vivienda, acceso al mercado laboral, como
ejes generales, más allá de las particularidades de cada caso. Con la gran mayoría de jóvenes se ha trabajado poco en relación a su
procesos de egreso previo al ingreso a un proyecto de autonomía. Aquí entendemos se cruzan dos complejidades, una vinculada a los procesos educativos y personalizados en los centros de atención 24 hs, y otra vinculada a los tiempos vitales y de maduración de los protagonistas para la adquisición y el trabajo en ciertas competencias. Esto implica un abordaje que para muchos jóvenes en un principio resulta desbordante o alejadísimo de lo que son sus necesidades. Esto no solo constituye una violacion de los derechos en sí mismo sino que deriva en consecuencias complejas en las trayectorias vitales de los jóvenes. No hay tiempo para pensar en referencia a proyecciones futuras a largo plazo, para capacitarse en diferentes niveles que habiliten un nivel educativo que
represente mejores inserciones en el mundo laboral. Hoy, los procesos de autonomìa para este sector de la poblaciòn terminan reducidos a la posibilidad de aprender un oficio que en el mejor de los casos ayude a la inserción laboral, generalmente precaria, develando no solamente lo reduccionista de la mirada hacia lo que un proceso de autonomìa implica, sino marcando una especie de
destino en referencia a lo que esta poblaciòn puede proyectarse.
 

A MODO DE CIERRE:
Es imposible abordar en una ponencia toda la complejidad del asunto. Al priorizar algunos elementos, necesariamente dejamos de lado dimensiones vitales para pensar estos procesos y, sin dudas, habrá otros que aún no visualicemos con claridad. A su vez, para nosotros el egreso como proceso y como política no puede pensarse en abstracto, alejado de la realidad social, de las problemáticas que derivan en la ausencia de cuidados parentales ni tampoco de otros componentes del sistema de protección. Nuestra intención es aportar desde nuestro lugar, dando cuenta de nuestros aprendizajes y nuestras reflexiones en estos procesos en concreto.
Entendemos el egreso con autonomía como un Derecho. No se trata de una atención en la emergencia, ni de una política compensatoria, de reducción de riesgo social o de apostar por un mal menor. Invitamos a generar los
dispositivos y tomar las decisiones necesarias para que estos jóvenes, que han sido despojados de los cuidados parentales, transiten sus procesos hacia la autonomía en clave de derecho.
Nos cabe aquí también la autocrítica como equipo. Entendemos que es imprescindible que los jóvenes se expresen con voz propia, que asuman el protagonismo y participen en la toma de decisiones sobre las políticas que los implican directamente. Nosotros asumimos aquí el compromiso de retomar y generar nuevos mecanismos de participación. Promover activamente espacios
de diálogo, de intercambio y trabajo con los participantes de APAP y en conjunto con otros jóvenes, a nivel nacional y regional.
Para esto, consideramos vital la apertura de líneas de diálogo efectivas, que contemplen la mirada de los jóvenes y de los equipos que trabajan en la atención directa, todos ellos con un acumulado técnico y experiencial que necesariamente debiera ser tomado en cuenta. En este sentido, proponemos la creación de una mesa de diálogo que genere encuentros, formaciones y
actividades de intercambio para problematizar el egreso y construir acuerdos. Como horizonte, consideramos vital la construcción de un cuerpo normativo que institucionalice y otorgue un marco a la efectivización del egreso como

derecho y trascienda la mirada gubernamental para buscar acuerdos que se traduzcan en políticas de estado.
Como decíamos, han habido diferentes iniciativas desde las OSC de abordar en profundidad la temática, con aportes de diferente tipo que hoy son esenciales para pensar el egreso. También, existe una importantísima experiencia a nivel regional de la que Mariana dará cuenta en su presentación y que debe ser una referencia ineludible.
En los últimos años, las referencias enunciadas desde INAU en declaraciones públicas y en las líneas programáticas que se vienen planteando corren por otros carriles. Acuerdos para la formación en oficios, la búsqueda de una salida laboral rápida, la referencia a la adquisición de la disciplina y los valores que se argumenta en los acuerdos con el Ministerio de Defensa, entre otros, nos
exigen dar un paso adelante y plantear nuestra mirada. También nos parece
importante mencionar la existencia de una iniciativa parlamentaria para pensar el egreso, que trascendió en prensa, que coloca en agenda la temática y a la que tendríamos mucho para aportar.
Este estado de situación nos convoca a tomar esta actitud activa y propositiva, a generar este encuentro para activar el diálogo, el intercambio pero que, pretendemos sea solamente el inicio de un camino a transitar con otros.
Debe ser el Estado, entonces, quien asuma esta doble responsabilidad de constituirse como garante de los derechos y como tutor de estos sujetos. Es el responsable de la protección social de estos gurises con el fin de restituir sus derechos y de garantizar el cumplimiento de los mismos. Es una obligación irrenunciable de la sociedad asegurar el egreso como un derecho básico y fundamental.

 

Equipo APAP
29/11/2022