Articulo publicado en La Diaria el 29 de Marzo del 2022
https://ladiaria.com.uy/trabajo/articulo/2022/3/apap-un-programa-que-acompana-a-jovenes-egresados-del-inau-en-la-construccion-de-autonomia/
Por Belén Riguetti / La Diaria
En acuerdo con los participantes, se los apoya en materia educativa, laboral y de vivienda, y en la toma de decisiones sobre el futuro.
En la imagen: Valeria Martinez, Cindy Bernhardt, Valeria Bonet, Catalina Cabrera y Marina Dorta, participantes del programa APAP
Foto: Federico Gutiérrez
Catalina tiene 18 años y trabaja en un peluquería especializada en hombres, pero le gustaría estudiar profesorado de Educación Física y Fisioterapia. Está en sexto año, cursando el bachillerato de Deporte y Recreación, y es una de las 38 jóvenes que participan en el programa de Apoyo a los Procesos de Autonomía y Protagonismo (APAP) de adolescentes y jóvenes, un proyecto que ejecuta la asociación civil Vida y Educación en convenio con el Instituto del Niño y Adolescentes del Uruguay (INAU).
“Yo no pasé por un hogar, aunque sí tuve una infancia bastante dura. A lo largo de esa etapa llegué a uno de los clubes, de Gurises Unidos, y desde ahí me derivaron. Tuve las preetapas en las que me explicaron lo que iba a pasar y me preguntaron de qué me servía estar acá. Yo me lo tomé como una forma de autoconocimiento”, relató a la diaria.
Para poder entrar en el programa los jóvenes tienen una serie de entrevistas en las que los educadores les explican cómo es el proceso y juntos deciden si puede resultar útil. En una de esas instancias se presentan, Catalina decidió hacerlo por escrito. “Tengo muy marcada la parte en la que decía que entrar era sacarme una mochila que tenía desde hace muchos años”, dijo, pero no pudo seguir porque se emocionó. En la sala donde se realizaba la entrevista grupal hubo unos segundos de silencio. Uno de los entrevistados hizo un chiste tratando de descomprimir la situación, y una de las educadoras dijo, casi por lo bajo, que era un proceso muy movilizador. Había un paquete de servilletas sobre la mesa y alguien se lo acercó para que las pudiera usar de pañuelo. Catalina continuó: “Hay gurises a los que nos toca por pasar cosas difíciles, y acá tenemos el acompañamiento que necesitamos. Una de las cosas que decía en esa carta era eso, que no iba a sentir esa falta de acompañamiento. En realidad, no lloro de tristeza sino de emoción”, aclaró. La entrevista siguió: “Quiero estudiar, trabajar y ser alguien; con eso me refiero a no ser llamada la hija de, sino ser yo”, aseguró.
Sobre la carrera que quiere cursar dijo que es consciente de las dificultades para entrar, porque en el Instituto Superior de Educación Física hay pocos cupos por año. “Hace poco tuve la oportunidad de trabajar en un club grande, fue en una colonia de vacaciones de niños, pero también estuve en la parte de administración. Mi idea es trabajar con niños y acompañarlos. A mí me pasó que la escuela era el único momento en el que me sentía acompañada, y sé que hay otros niños a los que les pasa lo mismo, por eso quiero estudiar deporte, fue algo que me inculcó una profesora”, contó.
Su filosofía con relación al trabajo es hacer lo que a uno le guste, porque “todos tenemos algo; a veces uno se lleva mucho por lo que te van a pagar, porque es real que la plata es necesaria, pero un consejo que les doy a los jóvenes es que estudien lo que les guste porque por más plata que te paguen, si no hacés lo que te gusta es al pepe”.
¿Qué es APAP?
Además de Catalina participaron en la entrevista varios jóvenes que están en el programa, una egresada y dos educadoras. Estas últimas explicaron a la diaria que APAP se dedica a acompañar a jóvenes en su proceso de autonomía. En la actualidad hay un equipo de diez educadores formados en distintas disciplinas. El cupo es de 50 personas, pero hoy hay 38 jóvenes. El INAU financia el proyecto y aprueba las prórrogas luego de que los participantes cumplen 18 años.
Valeria Bonet, una de las educadoras, dijo que todo empezó en 1971 cuando un grupo de los Scouts Católicos del Uruguay creó la chacra La Frontera en Pando. En 1989 un grupo de educadores constituyeron la asociación civil Vida y Educación, que en la actualidad tiene dos programas de calle, un club de niños, una casa joven y un Caif, estos dos últimos en Barros Blancos. APAP surgió como proyecto en 2000.
Los jóvenes que están en APAP, en su mayoría, pasaron por el sistema de protección de hogares de 24 horas, y el acompañamiento de la organización es hasta los 21 años. “Cuando un joven egresa de los hogares hay pocos o nulos vínculos familiares, obviamente no hay un apoyo económico de ningún tipo y APAP los acompaña económicamente para que estén en residencias estudiantiles, para que sigan estudiando y se inserten en el mercado laboral. Son cosas que llevan un tiempo”, dijo Bonet.
En APAP se trabaja en etapas. La primera es el ingreso. “El primer año es de ensayo y error. Empiezan a manejar su dinero para comprar alimentos y artículos de higiene, eso se charla con cada educador. En la segunda etapa del proyecto empiezan a decidir lo que quieren estudiar o si desean trabajar. Cada joven que llega tiene un proyecto distinto; nosotros no les decimos lo que tienen que hacer, ellos son los que deciden y nosotros acompañamos”, aseguró la educadora.
Si bien la mayoría vive en residencias estudiantiles, también hay un convenio con el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial que subsidia el alquiler, pero son pocos casos; otros jóvenes alquilan junto a otras personas, sean amigos o pareja.
Valeria Martínez, otra de las educadoras, dijo que apuestan a que vayan ganando autonomía y encuentren alternativas nuevas. Contó que cuando un joven es derivado al programa lo primero que hacen es una preetapa, que consiste una serie de entrevistas para que conozcan “la propuesta y empiecen a pensar cuál es el proyecto que vamos a acompañar. Son entre seis y ocho entrevistas”; después entre los educadores y los jóvenes se decide si se hace el ingreso. “Hay algo que tiene que ver con apurar algunos procesos que quizá no acompañen los evolutivos, porque muchos a los 18 años no estábamos preparados para vivir solos. En estos casos la institución requiere que los jóvenes salgan y los jóvenes requieren que se los acompañe”, explicó.
Martínez dijo que cada uno de los educadores acompaña a cinco o seis jóvenes, pero cuando consideran que es necesario un aporte más, son dos los técnicos que hacen el seguimiento.
Martínez aseguró que la parte económica, lo que llaman becas, es muy importante porque se arma para cada uno de los participantes: “Eso lo diseña el educador junto con el joven”. El dinero se puede entregar con frecuencia semanal; esta es una modalidad que puede variar según la etapa y llegar a ser quincenal o bimensual, dependiendo del momento.